Había una vez un mundo, una
realidad, en la cual coexistían dos especies: los Sólidos y los Etéreos. Los primeros
se pasaban sus días pegados al piso, casi nunca lograban separarse de él y las
raras ocasiones en que lo hacían, se aseguraban de tener una base en la cual
plantar bien sus pies, algunos parecían tener un terror especial a quedarse sin
dicha base y caminaban encorvados, siempre viendo el piso, así no sólo sus
pies, sino también su mirada se encontraba por los suelos. Los Sólidos ignoraban
completamente a los Etéreos, simplemente no les daban importancia.
Los Etéreos, eran oscuros y les
encantaba ir por todos lados, cambiar de forma y confundirse con la oscuridad. Escalaban
todo lo que se les pusiera enfrente: paredes, árboles, puentes, el mar…
Ellos eran muy frescos, muy “donaire”,
reían y observaban, les encantaba mirar hacia todos lados, descubrir aquellos
detalles que están escondiditos, como esperando pacientemente a ser
descubiertos y lograr que, aquél que los encuentra, esboce una sonrisa.
Ellos, los Etéreos, nunca
ignoraban a los Sólidos, algunas veces les gastaban pequeñas bromas y los Sólidos
se sobresaltaban, tallaban sus ojos, enfocaban la mirada y después de
asegurarse que todo estuviera en orden, pensaban: seguro fue mi imaginación; y
continuaban clavados al piso. Entonces los Etéreos se alejaban riendo o
quedaban completamente “enganchados”.
Era algo que, en algún momento,
le pasaba a la mayoría de los Etéreos, conocían a un Sólido y no podían
dejarlo, lo miraban, lo seguían y poco a poco se hacían uno, dejaban de brincar
por todos lados y se limitaban a imitar en todos los movimientos a Su Sólido, era una tarea difícil de
realizar al principio, pero después se podían adelantar a los movimientos del
otro.
Se sentían raros cuando hacían un
movimiento diferente a Su sólido,
porque entonces el sólido volteaba a ver con extrañeza, se movía de una manera
graciosa y tras comprobar que todo estuviera normal… seguía clavado al piso. El
etéreo soltaba un suspiro, por un lado no le gustaba asustar a Su Sólido, pero por el otro le encantaba
no pasar desapercibido, ser visto aunque fuera por un momento.
En aquel mundo, aquella realidad,
hay muchas parejas formadas por Sólidos y Etéreos, sin que los primeros se den
cuenta de aquel equipo, del cual forman parte.