No, esa no es la verdad, para
empezar porque no soy Neruda y para terminar porque aquella noche, cuando pude, no lo
hice, me aferré a una botella y rompí a llorar, con todo el sentimiento, sin la
menor vergüenza, lloraba y lanzaba la tan manida pregunta ¿por qué? Si quererte
fue mi castigo te aseguro que aún no termina, porque no se acaba junto con las
palabras dichas el uno al otro, sino que se queda clavado con las ganas, esas
que ahora intento ahogar con mis lágrimas, pero que parecen saber nadar y
sortear las grandes olas que se forman con mis sollozos.
No, no puedo escribir los versos
más tristes esta noche, porque esos fueron lavados, tallados a fondo y
desinfectados con el alcohol que me bebí, los encerré en pequeñas botellas de
vidrio que lancé al mar, pero que hoy, con los pies hundidos en la arena,
parecen volver, los diviso y me da miedo ¿cómo regresarán?, ¿por qué no me
dejan? No quiero abrir esas botellitas ¿si aquellos versos fueron revolcados y
ahora son irreconocibles? Nada podría hacer con aquel miserable rompecabezas,
me provocarían pesadillas.
Nada quiero de ti, ni tu
recuerdo, ni mis versos.
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