Veía pasar el tiempo, estaba sentado en el parque, sin hacer nada en
especial. Le llamó la atención un farol, ya son pocos los que quedan.
Las nubes y el sol de aquella tarde le hacían sentir un letargo, cierta
nostalgia. El motivo no lo sabía, sentía su corazón herido, pero no de
muerte, quizá de algo peor: de olvido.
Entonces pensó en ella, en su mirada fugaz, en su sonrisa amplia, en sus mejillas pequeñas y en su cabello. Esa larga cabellera que lo había atrapado, como en las películas de terror, pero sin el terror, sino que con una gran dulzura, un magnetismo inexplicable le hacía desear quedarse ahí para toda su vida.
Ahora: lejos, perdidos y distantes ya todo parecía un sueño. ¿En realidad existe? Volvió a poner su atención en el farol, el viento lo había cambiado todo, las nubes, la posición de los árboles y la luz, ya no eran las mismas.
Sonrió, él también había cambiado, seguro ella igual y ya nunca existirán como lo fueron aquella vez.
Entonces pensó en ella, en su mirada fugaz, en su sonrisa amplia, en sus mejillas pequeñas y en su cabello. Esa larga cabellera que lo había atrapado, como en las películas de terror, pero sin el terror, sino que con una gran dulzura, un magnetismo inexplicable le hacía desear quedarse ahí para toda su vida.
Ahora: lejos, perdidos y distantes ya todo parecía un sueño. ¿En realidad existe? Volvió a poner su atención en el farol, el viento lo había cambiado todo, las nubes, la posición de los árboles y la luz, ya no eran las mismas.
Sonrió, él también había cambiado, seguro ella igual y ya nunca existirán como lo fueron aquella vez.
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