Para ella, una chica sumamente despistada, todo iniciaba sin
que se diera cuenta, los preparativos estaban ahí, a la vista de todos, pero
ella no daba señales de notar alguna cosa nueva, cuando salía disparado el
primer fuego artificial, ella volteaba y no le quedaba nada más que sonreír
ante la sorpresa de aquellas luces hermosas.
La casualidad quiso que se conocieran un día lluvioso,
ninguno de los dos esperaban que ese día quedaran atrapados por la imagen del
otro. Él, por primera vez en su vida, había llegado temprano a aquel encuentro
de amigos y desconocidos, ella llegó justo a tiempo, se fue directo con “los
conocidos”. Él se mantuvo apartado, distante y silencioso, sólo observaba, la
miraba a ella y a la nada, la mayor parte del tiempo permanecía con la mirada
perdida, parecía estar sumamente concentrado, como si deseara resolver un
difícil problema matemático, ceño un poco fruncido y mirada fija.
Ella se acercó a él, no tanto por él, si no por su playera,
tenía unas figuras que le gustaron; no duró mucho su charla, ambos se
despidieron con la ausencia del nombre del otro, pero con el recuerdo de sus
miradas.
No pasó mucho tiempo para que se volvieran a encontrar, no
era fácil hablar entre ellos, “los conocidos” de cada uno los absorbía por
completo. Para cuando se terminó la reunión, ella se acercó a él, tenía una
necesidad, conocer su nombre, eso es lo primero que uno quiere saber de otra
persona, de no tener aquel importante elemento, siempre, se improvisa uno con
el cuál hacerle referencia. En un principio ella le puso “el de espalda fuerte,
rectangular”. Pero ese día ella se
enteró de su nombre y no lo olvidó, eso indicaba su gran interés, ya que solía
olvidar los nombres con facilidad, se le escapaban de la mente en cuanto los
terminaban de pronunciar, pero su nombre no lo olvidó, porque como lo dije en
un principio, la magia estaba frente a sus ojos para cuando se dio cuenta de
que algo estaba pasando.
Por azares del destino, ella pudo observar con toda
tranquilidad su espalda ¿cuánto puede decir una espalda? Mucho, y aquella la
maravilló con su lenguaje.
La siguiente vez que se vieron fue la última, de algún modo
ellos lo sabían, ambos querían hacer algo para prolongar los encuentros ¿cómo
lograrlo? Con todos tan ocupados, con los conocidos y desconocidos arraigados
en sus trincheras sin querer que nadie haga migas con el otro.
Las miradas son una cosa extraña, enigmática, funcionan de
distintas formas, muchas veces pueden llamar la atención más que un grito, pero
son más certeras, le llegan a la persona indicada, sin necesidad de sobresaltar
a los demás.
Él alzó la vista, la localizó y no bajó la mirada hasta que
ella lo vio; ambos sonrieron, alzaron sus manos en señal de saludo, como para
cerciorarse de que se estaban viendo, de que no era una ilusión, y no lo era.
Pero así como aquello inició sin que se dieran cuenta, se
acabó. Ahora la ausencia era de las personas y lo que les quedaba era el
nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario