jueves, 11 de diciembre de 2014

La Esperanza


En los últimos días me he puesto a reflexionar acerca de esta cosa "la esperanza" el mito griego dice que Pandora fue enviada a la tierra con una caja, la cuál contenía todos los bienes y todos los males que aquejan a las personas. Cuando Pandora abre la caja, los males se dispersan y los bienes deciden subir de nuevo con los dioses. Sólo una cosa queda atrapada en la caja: la esperanza. Desde entonces Pandora va con los mortales y les dice que aún hay esperanza, esto con el fin de hacer más llevaderos sus problemas.

 

Pero en realidad ¿qué es la esperanza? Hoy puedo decir que es una prolongadora del dolor, una cosa inútil que no hace más que perjudicar a aquél que la tiene. Quiero pensar que viene de "esperar" entonces es cuando se está en un punto terrible, ese que tanto odio, en el cual hagas lo que hagas las cosas no van a cambiar, cuando te vuelves inútil e impotente, ese momento doloroso en el cual no puedes hacer nada y todo queda fuera de tu control, para caer en manos de personas que quizá ni conoces.

 

Es entonces cuando las personas te dice "no pierdas la esperanza" ¿De qué sirve? Postergar una idea o una realidad de la cual no se puede escapar, y que además, se sabe con antelación, es meterse en un engaño, en una historia que hace que el corazón se retuerza, es un impedimento para llegar a un estado mejor.

 

Mi conclusión: es una cosa que no sirve más que para mortificar a las personas, una prolongadora del dolor, la negación y las penas.

 

¿Realmente habrá sido bueno que se quedara en la caja, será un bien?

 

jueves, 27 de noviembre de 2014

Otoño

Me encanta observar cómo con el suave soplar del viento las hojas caen, me las imagino avejentadas, agarradas, aferradas con un delgado bracito a las ramas, pero al final, el cansancio puede más y se dejan caer, montando una hermosa coreografía amarilla, castaña, rojiza.
 
 
 
 
 

Va una mini

Cuando creía que ya no se podía enamorar de nadie peor... Apareció su ex.

lunes, 13 de octubre de 2014

La importancia del nombre


Para ella, una chica sumamente despistada, todo iniciaba sin que se diera cuenta, los preparativos estaban ahí, a la vista de todos, pero ella no daba señales de notar alguna cosa nueva, cuando salía disparado el primer fuego artificial, ella volteaba y no le quedaba nada más que sonreír ante la sorpresa de aquellas luces hermosas.

La casualidad quiso que se conocieran un día lluvioso, ninguno de los dos esperaban que ese día quedaran atrapados por la imagen del otro. Él, por primera vez en su vida, había llegado temprano a aquel encuentro de amigos y desconocidos, ella llegó justo a tiempo, se fue directo con “los conocidos”. Él se mantuvo apartado, distante y silencioso, sólo observaba, la miraba a ella y a la nada, la mayor parte del tiempo permanecía con la mirada perdida, parecía estar sumamente concentrado, como si deseara resolver un difícil problema matemático, ceño un poco fruncido y mirada fija.

Ella se acercó a él, no tanto por él, si no por su playera, tenía unas figuras que le gustaron; no duró mucho su charla, ambos se despidieron con la ausencia del nombre del otro, pero con el recuerdo de sus miradas.

No pasó mucho tiempo para que se volvieran a encontrar, no era fácil hablar entre ellos, “los conocidos” de cada uno los absorbía por completo. Para cuando se terminó la reunión, ella se acercó a él, tenía una necesidad, conocer su nombre, eso es lo primero que uno quiere saber de otra persona, de no tener aquel importante elemento, siempre, se improvisa uno con el cuál hacerle referencia. En un principio ella le puso “el de espalda fuerte, rectangular”.  Pero ese día ella se enteró de su nombre y no lo olvidó, eso indicaba su gran interés, ya que solía olvidar los nombres con facilidad, se le escapaban de la mente en cuanto los terminaban de pronunciar, pero su nombre no lo olvidó, porque como lo dije en un principio, la magia estaba frente a sus ojos para cuando se dio cuenta de que algo estaba pasando.

Por azares del destino, ella pudo observar con toda tranquilidad su espalda ¿cuánto puede decir una espalda? Mucho, y aquella la maravilló con su lenguaje.

La siguiente vez que se vieron fue la última, de algún modo ellos lo sabían, ambos querían hacer algo para prolongar los encuentros ¿cómo lograrlo? Con todos tan ocupados, con los conocidos y desconocidos arraigados en sus trincheras sin querer que nadie haga migas con el otro.

Las miradas son una cosa extraña, enigmática, funcionan de distintas formas, muchas veces pueden llamar la atención más que un grito, pero son más certeras, le llegan a la persona indicada, sin necesidad de sobresaltar a los demás.

Él alzó la vista, la localizó y no bajó la mirada hasta que ella lo vio; ambos sonrieron, alzaron sus manos en señal de saludo, como para cerciorarse de que se estaban viendo, de que no era una ilusión, y no lo era.

Pero así como aquello inició sin que se dieran cuenta, se acabó. Ahora la ausencia era de las personas y lo que les quedaba era el nombre.

lunes, 29 de septiembre de 2014

¿Cuento? con C

Cuando cien corazones comienzan con contritos cabeceos, cierro caminos.
Concienzudamente continúo con caminos, con cielos colorados, cielos chinitos.
Con cansancio controlo continentes, cuesta cantar continuamente, cazar cerros, comprar corazones cálidos, cultivar corales con claveles.
Cambio caminos, comienzo con cabeceos cansados, ciegamente creo controlarme.
Casualmente consigo contenerme, con canciones clamorosas; con coros celestiales.

lunes, 28 de julio de 2014

Sólo desparasitar


Ya habían pasado varios días y mi gata, Leona, vomitaba un día sí y un día no. En los gatos es normal, hasta cierto punto, que vomiten, pues es una forma de purgarse y de expulsar los pelos que se comen cuando se bañan. El caso es que Leona, cada vez estaba más flaca, mientras que los otros dos gatos (Karajan y Chaplin) no presentaban ningún síntoma de enfermedad.

La causa posible: parásitos. Leona siempre ha sido una gata muy activa y ágil, a pesar de que le cortaron la punta de la cola; demuestra más destreza que sus hermanos, a los cuales les estorba la panza y la flojera. Al menos una vez a la semana, Leona lleva un pájaro a la casa, la pobre ave, aún viva, se ve encerrada y con muy pocas posibilidades de salir con vida, a pesar de eso da batalla todo lo que puede, así mi casa se convierte en un paraje lleno de plumas desperdigadas y algunas gotas de sangre. Nada más queda, Leona come todo lo demás y muy pocas veces comparte su presea con Chaplin o Karajan.

De ahí la sospecha de los parásitos, no se puede andar por la vida comiendo pájaros de la calle sin que pase nada.

Sin embargo, los horarios de trabajo son un impedimento para llevarla al veterinario y el fin de semana era simplemente imposible. Así terminó siendo mi hermana la comisionada para llevarla al doctor, y ahí comenzó la odisea de Leona.

Ya contamos con nuestro veterinario de confianza, pero aquél día, por causas desconocidas, no abrió su consultorio ante lo cual mi hermana fue a otro lado que le recomendó una señora. Llegó y le explicó lo del vómito y el deseo de que se desparasitara ala gata. La doctora se arrancó en primera hablando de cosas terribles, cálculos renales, gastritis, gases y demás, le dio a entender a mi hermana que Leona estaba muy mal. Le inyectó algo que aún no sé qué fue, le dio 2 pastillas de omeprasol, 2 jeringas con Dimeticona y otra inyección de no sé qué, además, Leona debía volver en dos días para observarla y de ser necesario hacerle estudios. La cuenta, por supuesto, fue elevada y Leona regresó con un piquete y nada de desparasitante.

Cuando me enteré de lo sucedido no pude más que molestarme (no con mi hermana, sino con la doctora) no era posible que Leona tuviera todo lo que decía (que estaba tapada por cristales causados por su alimento, por eso vomitaba, para eliminar toxinas). Yo ya había tenido la experiencia de un gato tapado (por tragón, no por cristales, lo cual supongo que debe ser más doloroso).

Ese gato es Karajan, quien tiene un serio trastorno alimenticio, come de todo y en una fiesta él se creyó aspiradora, acabando así con todo lo que se caía al piso y con las sobras. El resultado: se tapó, pues era muy pequeño, apenas tenía pocos meses de edad. Su estado de ánimo fue decayendo y no quería comer nada, después empezó a cojear de una pata, todo esto sucedió muy rápido, en 3 días aproximadamente.

Así que, por ningún motivo, Leona podía estar sufriendo de la manera escandalosa que dijo la veterinaria. Yo quería una segunda opinión. Esta vez el designado fue mi papá, la llevó con el veterinario de confianza y le explicó todo: los vómitos, los pájaros y la experiencia con la otra doctora. El veterinario me dio la razón… a medias. Resolvió que lo mejor era que Leona pasara la noche ahí, encerrada en su taxi para ver cómo se comportaba.

Yo no lo podía creer, una vez más no la desparasitaron y pasó la noche en un lugar muy reducido, castigo muy duro para un gato. Al día siguiente, cuando mi mamá fue por ella, el doctor le dijo que la gata estaba bien, no había vomitado pero sí había hecho mucha pipí (sobre la cual se tuvo que dormir pues estaba encerrada). Pero… (porque siempre hay un pero) pidió una muestra de excremento ¿cómo lograr eso? Encerrándola de nuevo ya que, como son 3 gatos en total no hay forma de tomarla de la caja de arena con la certeza de que era de ella. Y una vez más, Leona regresó a la casa sin ser desparasitada, pero sí sucia.

Me negué rotundamente a encerrarla nuevamente ¿qué tan difícil es desparasitar a tu gato? Según mi experiencia es muy difícil, aún no lo logro, yo sólo la quiero desparasitar.

miércoles, 12 de marzo de 2014

No importaba


Cuando pasó por aquel lugar tuvo la seguridad de que fue ahí en donde todo sucedió. Hace años Él le había contado que, caminando con su madre, oyó fuerte y claro, como si pasara justo a un lado de su oreja, como un hombre había eructado. 

No importaba nada, no importaba que Ella no creyera en fantasmas, ni en aquellas cosas que no tienen una buena explicación, algo creíble, casi palpable; no importaba que Él hubiera usado la palabra "intuición" ni la palabra "invisible", en aquellos tiempos cuando Ella se cuestionaba y cuestionaba a los demás acerca de todo en busca de información; tomó como reales aquellas palabras, no necesitó saber más, Él había escuchado a un muerto eructarle en la oreja.

En los años que siguieron a ese relato Ella se detenía en distintos puntos de la colonia donde ambos vivían, o mejor dicho, vivieron alguna vez. Ella disfrutaba detenerse de pronto y hacer la pregunta ¿fue aquí donde sucedió? Él nunca estuvo para disipar la duda.

Algún otro día, mientras caminaban uno al lado del otro sin atreverse a levantar la mirada, Ella pensó en lo mucho que lo quería y que, a pesar de sus ideas, creería todo lo que le dijera, sin embargo, dio gracias porque nunca salió de su boca aquel tonto ejemplo de que la luna es de queso.

Se detuvieron, llegaron al punto en donde su camino se hacía dos, ninguno se quería separar del otro, pero aquel orgullo pueril no los dejaba hacer o decir sus sentimientos. Se vieron con altanería, entonces, como si Él hubiera escuchado sus pensamientos, y quisiera hacerle una broma pesada, soltó: ¿sabías que la Luna es de queso?

Ella se sonrojó, hizo un esfuerzo por disimular y sólo negó con la cabeza, Él con una sonrisa en el rostro, miró hacia el cielo, los rayos del Sol dieron lengüetazos a su rostro y esos ojos marrón tomaron un brillo transparente. Ella aprovechó la distracción para decirle mentiroso, entonces Él volvió aquellos ojos hacia ella, esos ojos tranquilos y traviesos, Ella aguantó aquella mirada, se retaban, se querían.

No seas tonto, la Luna no puede ser de queso. Sí que puede serlo. Volvió la mirada hacia el cielo, Ella lo veía a Él, no necesitaba más, sabía que la luz vespertina la obligaría a bajar la vista. Era más entretenido verlo a Él, a Él viendo el cielo, a Él inventando una nueva mentira, a Él haciendo tiempo para estar juntos un poco más. Le daba curiosidad ¿por qué Él vería un cielo con Sol hablando de un cielo con Luna?

Se miraron de nuevo. La Luna es de queso ¿cómo es que no te has dado cuenta? La Luna de queso está en la Vía Láctea, cada noche es diferente, porque no es sólo una Luna, son muchas pero una a la vez, la leche de la Vía Láctea la va construyendo a cachos, por eso de pronto crece y de pronto alguien se la come, pero no importa porque es de queso fresco.

Entonces, sin añadir nada más, se dio la vuelta y tomó su camino, Ella lo vio alejarse, rezaba para que volteara y a la vez para que no lo hiciera, no quería ser vista ahí, plantada contemplando aquel cuerpo delgado, pero deseaba ver aquellos ojos. Nada importaba, Él nunca se daba la vuelta y ella tomaba su camino. 

Las palabras por él pronunciadas se quedaron en su cabeza, entonces alzó la vista al cielo, sonrió porque vio a la Luna, sólo un poco de ella, pero ella sin lugar a dudas. Se detuvo un poco y pensó de nuevo en las palabras sin poder desligarlas de la imagen de aquellos ojos cristalinos. Era verdad, todo aquello era completamente lógico si no ¿por qué aquellos nombres?

Siguió con su camino, como ahora, tantos años después, ya no con una mochila a cuestas, si no con su cansancio, con su desgana y sus ganas. Pensó en preguntarle al día siguiente qué pasaba con el conejo de la Luna, pero desechó la idea, no quería parecer una tonta. No hubo día siguiente. 

Esa noche, muchos años después, cuando caminaba por aquella colonia, cuando tuvo la certeza de que ahí algún muerto había eructado en la oreja de Él, Ella alzó la vista y vio a la Luna, pálida, blanca e irremediablemente de queso fresco.