lunes, 13 de octubre de 2014

La importancia del nombre


Para ella, una chica sumamente despistada, todo iniciaba sin que se diera cuenta, los preparativos estaban ahí, a la vista de todos, pero ella no daba señales de notar alguna cosa nueva, cuando salía disparado el primer fuego artificial, ella volteaba y no le quedaba nada más que sonreír ante la sorpresa de aquellas luces hermosas.

La casualidad quiso que se conocieran un día lluvioso, ninguno de los dos esperaban que ese día quedaran atrapados por la imagen del otro. Él, por primera vez en su vida, había llegado temprano a aquel encuentro de amigos y desconocidos, ella llegó justo a tiempo, se fue directo con “los conocidos”. Él se mantuvo apartado, distante y silencioso, sólo observaba, la miraba a ella y a la nada, la mayor parte del tiempo permanecía con la mirada perdida, parecía estar sumamente concentrado, como si deseara resolver un difícil problema matemático, ceño un poco fruncido y mirada fija.

Ella se acercó a él, no tanto por él, si no por su playera, tenía unas figuras que le gustaron; no duró mucho su charla, ambos se despidieron con la ausencia del nombre del otro, pero con el recuerdo de sus miradas.

No pasó mucho tiempo para que se volvieran a encontrar, no era fácil hablar entre ellos, “los conocidos” de cada uno los absorbía por completo. Para cuando se terminó la reunión, ella se acercó a él, tenía una necesidad, conocer su nombre, eso es lo primero que uno quiere saber de otra persona, de no tener aquel importante elemento, siempre, se improvisa uno con el cuál hacerle referencia. En un principio ella le puso “el de espalda fuerte, rectangular”.  Pero ese día ella se enteró de su nombre y no lo olvidó, eso indicaba su gran interés, ya que solía olvidar los nombres con facilidad, se le escapaban de la mente en cuanto los terminaban de pronunciar, pero su nombre no lo olvidó, porque como lo dije en un principio, la magia estaba frente a sus ojos para cuando se dio cuenta de que algo estaba pasando.

Por azares del destino, ella pudo observar con toda tranquilidad su espalda ¿cuánto puede decir una espalda? Mucho, y aquella la maravilló con su lenguaje.

La siguiente vez que se vieron fue la última, de algún modo ellos lo sabían, ambos querían hacer algo para prolongar los encuentros ¿cómo lograrlo? Con todos tan ocupados, con los conocidos y desconocidos arraigados en sus trincheras sin querer que nadie haga migas con el otro.

Las miradas son una cosa extraña, enigmática, funcionan de distintas formas, muchas veces pueden llamar la atención más que un grito, pero son más certeras, le llegan a la persona indicada, sin necesidad de sobresaltar a los demás.

Él alzó la vista, la localizó y no bajó la mirada hasta que ella lo vio; ambos sonrieron, alzaron sus manos en señal de saludo, como para cerciorarse de que se estaban viendo, de que no era una ilusión, y no lo era.

Pero así como aquello inició sin que se dieran cuenta, se acabó. Ahora la ausencia era de las personas y lo que les quedaba era el nombre.